31 enero, 2014

Meditación en el amor altruísta

Para cultivar el amor altruísta debemos primero hacernos plenamente conscientes de nuestro propio deseo de estar libres de sufrimiento y experimentar bienestar. Este paso es especialmente importante para aquellos que tienen una imagen negativa de sí mismos o que han sufrido tanto que sienten que no están hechos para ser felices.  Debemos generar una actitud cálida, tolerante y benevolente hacia nosotros y tomar una decisión de ser capaces de alcanzar lo que es realmente bueno para nosotros.

Una vez que hemos reconocido esta aspiración, debemos reconocer que es una aspiración compartida por todos los seres.  Es importante reconocer nuestra humanidad en común y hacernos conscientes de nuestra interdependencia.

Enfoquemos primero nuestra meditación en un ser querido

Es más sencillo el comenzar a entrenarnos en el amor altruísta si pensamos en alguien que es muy querido para nosotros.  Nos podemos imaginar a un pequeño niño que viene hacia nosotros, sonriendo, lleno de inocencia.  Permitimos, entonces, que fluya hacia él el amor incondicional, ternura y cariño, deséandole todo el bienestar que podamos: “que pueda contar con seguridad, salud y que su vida florezca.” Nutramos este amor y permitamos que inunde nuestro espacio mental.

Extiende tu meditación

Luego, extiende este amor benevolente más allá de tus seres queridos hacia extraños. Ellos también quieren ser felices, aunque, como nosotros, también se encuentran confundidos del como eludir el sufrimiento.  Finalmente, extiende tu benevolencia a aquellos que te han lastimado y a aquellos que han hecho daño a otros.  Esto no significa que queremos que tengan éxito en sus hazañas maliciosas.  En lugar de eso, les deseamos profundamente que el odio, crueldad, ambición o indiferencia que habitan su mente puedan sosegarse.  Obsérvalos como un doctor que trataría a alguien con una grave condición mental.

Finalmente, acoge a todos los seres sensibles, humanos y animales, con amor inconmensurable.

Matthieu Ricard

23 enero, 2014

Una meditación en el optimismo

Siéntate de manera comoda y respira de manera tranquila y natural. Por algunos momentos, concentra tu atención en el ir y venir de tu respiración. Se consciente de la sensación creada por el paso del aire en tus fosas nasales. Date cuenta del pequeño momento en el que la respiración queda brevemente suspendida entre la exhalación y la siguiente inhalación. Ya sea que tu respiración se desacelere o acelere, simplemente toma nota. Como resultado, tu mente se vuelve un poco más tranquila, clara y estable.

Reconoce que hay muchas maneras de experimentar el mundo. Viendo el lado positivo de las cosas es esencial para darnos cuenta que todos los seres, incluyéndonos, tenemos el potencial para una transformación interna y capacidad de actuar.

Entiende que las cirunstancias externas están constantemente cambiando y nada está grabado en piedra. Confía en el hecho de que es posible el alcanzar tus aspiraciones y que, con paciencia, determinación e inteligencia, en la mayoría de los casos, tú puedes eventualmente lograrlos.

Repítete a ti mismo que siempre puedes hacer las cosas de mejor manera, en lugar de sentirte resignado, deprimido o devastado. Limita el daño en lugar de permitirte ir a la deriva. Encuentra una alternativa en lugar de paralizarte a causa del fracaso. Reconstruye lo que ha sido destruído en lugar de exclamar “¡Todo ha terminado!”.

Entiende la necesidad de esforzarte hacia la dirección que mejor parezca y el usar cada momento para progresar mientras se cultiva la libertad interior en lugar de desperdiciar tu tiempo rumiando el pasado y temiendo el futuro.

Al final de esta corta meditación, descansa por algunos momentos en el estado de silenciosa simplicidad sin ningún constructo mental en particular, disfrutando de ese plácido lugar que se encuentra profundamente dentro de ti. Dedica esta práctica para la felicidad de todos los seres, incluyéndote a tí.

Matthieu Ricard


21 enero, 2014

No estoy en contra

Yo no estoy en contra de Monsanto: estoy a favor de los alimentos orgánicos. (Cálmate, sigue leyendo). No estoy enojado con los que comen carne: elijo ser vegano. Yo no estoy en contra de los hombres y las mujeres que se casan, pero no veo ninguna razón por la cual dos mujeres o dos hombres no deban casarse entre sí también. ¿Sabes? En lugar de atacar lo que aborrezco, en su lugar promuevo lo que me gusta. No creo que las grandes corporaciones sean malvadas, yo sólo trato de apoyar a las empresas locales -siempre que puedo. Es así de simple. Elijo actuar desde un lugar de amor, no de odio (lo cual es mejor para mi salud) .

No todos somos activistas en el sentido de provocar disturbios, pero todos votamos con nuestro bolsillo. Decidimos cuáles empresas llegan a permanecer en el negocio y cuáles no. Por ejemplo: las tiendas de comestibles en Hawaii continuarán vendiendo mangos importados desde Ecuador (a pesar de que los mangos crecen allí mismo, en las islas), mientras la gente en Hawaii sigan comprando los mangos de Ecuador. Es así de simple.

Se ha dicho que la ira es un buen motivador para "hacer lo correcto", pero también lo es la compasión. La ira a veces nos puede cegar en nuestras acciones a un punto en el que estamos tan ocupados protestando contra algo (y por consiguiente, dándole más energía y atención), que en realidad estamos perturbando la paz (no sólo a nuestro alrededor, sino también dentro de nosotros).

Me han acusado de meter la cabeza en un agujero para no ver la injusticia en el mundo, pero mis ojos están realmente bien abiertos... y es por eso que puedo ver la belleza en el mundo también.

Como decía la Madre Teresa: "Si me invitas a una manifestación contra la guerra, no asistiré. Pero si me invitas a una manifestación a favor de la paz , voy a estar allí".


(Tomado de Buddhist Boot Camp)