Todo lo que hacemos y decimos procede de lo que pensamos
Nuestra forma de pensar condiciona nuestras palabras y nuestras acciones, así como todas las decisiones que tomamos, como por ejemplo el lugar que escogemos para vivir, los amigos que elegimos, el trabajo que desempeñamos y la forma en la que empleamos nuestro tiempo. Nuestras vidas están moldeadas por nuestros pensamientos desde la más tierna infancia hasta el día en que morimos. Reconocer el poder de la mente es, por lo tanto, uno de los aspectos más importantes de nuestra vida. Esa es también la idea que subyace en las 16 actitudes para una vida con sentido.
De manera instintiva, solemos percibir el mundo como algo externo a nosotros, como una sucesión de acontecimientos que unas veces nos favorecen y otras no, y de los que somos partícipes casi accidentales. Pero si examinamos bien la realidad, veremos que nuestra experiencia del mundo está influenciada en gran medida por lo que sucede en nuestro interior y por nuestro estado de ánimo.
Por ese motivo, un día nos sentimos encantados de ver a una pareja abrazándose en público, mientras que otro día nos sentimos desdichados o irritados presenciando la misma escena. La cultura también influye. En muchos países, un abrazo entre un hombre y una mujer -estén o no casados- se considera una muestra natural de afecto, mientras que en otros, el mismo hecho podría calificarse de inmoral e inaceptable. Nuestras reacciones emocionales están guiadas por una completa mezcla de creencias, actitudes y experiencias.
Si reflexionamos detenidamente, podemos reconocer que detrás de cada emoción existe un pensamiento previo, pero a menudo no somos conscientes de ello porque los acontecimientos ocurren con gran rapidez. Un arrebato de cólera puede originarse en pensamientos del tipo "esta persona me da miedo" o "me van a hacer daño" o "no consigo lo que quiero", es decir, derivados del miedo o la frustración. De igual modo, cuando nos sentimos deprimidos, podemos pensar que no somos capaces de desenvolvernos en la vida, que nadie nos quiere, que hemos hecho las cosas muy mal o que esa situación nunca va a terminar, y aunque estos pensamientos sean exagerados y carezcan de fundamento, nuestra mente tiene el poder de hacernos creer que son ciertos y causamos desdicha e insatisfacción.
Y es justo en ese poder de la mente donde residen nuestras posibilidades; al igual que el atleta que entrena su cuerpo, nosotros también podemos entrenar nuestra mente y cambiar nuestros patrones de conducta explorando nuevas maneras de vivir. Una forma de hacerlo es cultivar la humildad, la paciencia, la satisfacción y la alegría.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario