Toda acción positiva contribuye a un mundo mejor
La vida humana se compone de millones de acciones del cuerpo, la palabra y la mente. Acciones que llevamos a cabo desde el momento en que nacemos hasta el último segundo de la vida. La elección de esas acciones define y determina la calidad misma de nuestra vida y nuestras experiencias.
La mayoría de nosotros reflexionamos cuidadosamente al tomar una decisión importante, como por ejemplo, escoger un nuevo trabajo, iniciar una relación o comprar una casa. Pensamos en si esta decisión nos va a traer la felicidad que buscamos. Incluso cuando planeamos las vacaciones, nos detenemos a pensar sobre ello y averiguamos las ventajas de ir a un lugar determinado, si habrá actividades al aire libre, si tendremos la compañía que deseamos... en estos casos, primero pensamos y luego actuamos. Curiosamente, no sucede así con miles y miles de acciones que surgen sin control consciente, a partir de hábitos de conducta "automáticos" que nos llevan a entrar en un determinado establecimiento, leer un periódico y no otro, buscar o evitar la compañía de determinadas personas, etc.
Esas pautas de comportamiento aprendidas, que nos acompañan desde niños, tienen una repercusión determinante en nuestras vidas. De la misma manera que un árbol surge de una semilla, el resultado de nuestras acciones se corresponde con las causas que hemos creado. Preguntémonos con qué frecuencia reflexionamos sobre los hábitos y patrones que marcan nuestra existencia y sí estos siguen teniendo sentido, nos aportan felicidad y satisfacción, sin nos ayudan a lograr nuestros objetivos.
La decisión de cómo actuar no sólo afecta a nuestro bienestar, sino también al de los demás. Nuestras acciones tienen la capacidad de generar armonía en todo lo que nos rodea -la familia, los amigos, la sociedad en general- o de causar dolor y discordia. Cada acción que emprendemos, por pequeña que sea, origina una cadena de acontecimientos, por ello debemos prestar atención a nuestros pensamientos y acciones, pues las consecuencias de nuestros actos son más complejas y tienen un mayor alcance de lo que imaginamos.
La razón y la experiencia demuestran que ciertas acciones ayudan a generar un mayor bienestar, mientras que otras solo conducen a la confusión y al sufrimiento. Una vez que tomamos conciencia de esto, ya no podemos culpar "al mundo" o a las fuerzas que no controlamos por las situaciones en las que nos vemos envueltos; por el contrario, debemos reconocer la influencia que ejercemos sobre nuestra vida y asumir la responsabilidad de nuestros actos. Si prestamos atención a las cuatro acciones de esta sección -bondad, honestidad, generosidad y habla positiva- sentaremos una base solida para construir nuestra felicidad y la de los demás.
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